Desperté con la sensación de un sueño de esos que se
te quedan rebotando en la cabeza. Decidí
no olvidar el sueño. Trate, entonces, de repasarlo rápidamente antes de
que se escape. Estábamos con Ana y Evan en un local amplio, podríamos decir
oscuro que daba a la calle. Una calle de la ciudad, en un lugar céntrico.
Encuentro de dos avenidas o algo así. En el sueño yo me sentía rara. Sentía
algo, una presencia o algo que me ponía incómoda. Al rato del sueño en un
intercambio sin mucha importancia de palabras entre las tres, lo sentí. Había
algo en ese lugar que quería que supiera que estaba ahí. Algo quería decir.
Entonces como una película o como otro sueño latente al despertar, la vi. Ella
estaba abajo nuestro. Atrapada en una alcantarilla. La sensación de verla y de
sentir su grito silencioso me paralizó. Mi cara daría la impresión de algo
raro, ya que las dos me preguntaron si algo pasaba. Y como si nuestra intuición
fuera una sola, no tuve más que decir unas palabras para que entendieran. Ellas
entendían. Y no fueron ni persuasivas ni chusmas. No cumplieron con el
estereotipo femenino y me dejaron ser. Al rato la sensación de esa otra alma
femenina atrapada a nuestros pies se hizo presente otra vez. Pero esta vez
haciéndose presente con violencia. Tanta, que me hizo querer salir del lugar.
La luz de la avenida me molestó y después el ruido. Ese ruido y resplandor
llenos de inseguridad. Apure mi reingreso al local. El local estaba
vacío. No tenía ventanas ni luz natural. Cuando volví a verlas les dije sin
pensar, “a ella la mató él”. Y señale a un nuevo personaje que entraba. Ellas
me creyeron de inmediato y seguras de mí como si fuera una radio con buena
señal, asintieron y decidieron rescatarla. Yo ahora sentía el miedo de la
muerta en la piel. Inmóvil, como si yo estuviera en esa alcantarilla. Las miré
con terror y ellas entendieron al instante. La mezcla de miedo, dolor y ganas
de salir me hicieron despertar. Agitada
pero tranquila. Nunca en el sueño había estado sola. Mi alma e intuición tenían
compañía. Eran entendidas, protegidas. Él se despertó en seguida y el ritual
matutino tomo curso. Caricias y besos seguidos de mates con tostadas. Durante
todo ese día imágenes del sueño se me aparecían. Y la repetida sensación de que
Ana Y Evan están ahí. De que ellas por alguna razón de mi inconsciente, serán
las guardianas del despertar de la
muerta, de la dolida y sufrida parte de mí en esa alcantarilla.
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