sábado, 10 de marzo de 2012

soleada

Rodeada de gris,
en mi centro igual hay luz.
Son nubes, neblinas que me acosan desde afuera
y que mi ser interior intenta resistir.
De pronto sale un poco el sol,
traspasa el gris iluminando y calentando mi fría piel.
A veces me siento tan insignificante
ya no tengo capacidad de decidir sobre mí.
Toda mi carne, bruta y banal,
se mueve en tu dirección;
mientras que mi mente quiere escapar
expulsar el dolor, pero sentirlo.
No hacerme insensible a lo que puedas decidir
no dejarme congelar por tu cobardía
y a la vez, ser yo misma
en mi estupidez;
en la inocencia de creer que el amor todo lo puede.
El sol calienta mi piel y ésta transpira ingenuidad,
hace que mi alma no se vuelva escarcha
y me deja mirarte
a través del sol.

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